La nueva Ley de Prevención de las Pérdidas y el Desperdicio Alimentario, aprobada a primeros de este mes de junio, plantea una minimización de un creciente problema a nivel mundial que ya no es un tema simplemente económico y de recursos desaprovechados en toda la cadena de alimentación, sino un tema ético, medioambiental y social. Esta controvertida ley, que muchos creen que sólo va a servir para controlar, multar y recaudar, lo que pretende es revertir de una vez por todas esta tendencia derrochista y establecer un modelo de buenas prácticas para reducir de forma tajante el desperdicio alimentario desde el origen, siendo muy exigentes precisamente en este punto, y por supuesto, llegar al consumidor final. Porque si alguien todavía no se había dado cuenta, se están acabando las 'vacas gordas'.
Es sin duda necesario la revisión urgente de todos los escalones productivos, porque no hacemos más que ver a nuestro alrededor, o en los medios de comunicación, comida desperdiciada y tirada a la basura como algo totalmente normalizado. Además, no se trata de perseguir al cliente que no se ha terminado el plato, o a sentirnos mal por tirar unas cerezas blandas, se trata de una solución que va mucho más allá y es evitar tirar miles de toneladas de producto desechado, descartes en la agricultura o en la pesca, y un sin fin de terribles actuaciones que pasan por que al final no hay una solución a todo esto.
Y en esta ocasión no hay un eslogan político, esto se tendría que haber hecho hace mucho tiempo y a todos los niveles, de hecho, hemos nadado impunemente en la abundancia durante muchas décadas y los recursos son finitos, sobre todo ahora, que se avecinan curvas. Mirad qué cifras se manejan en el primer mundo, un 40% de desperdicio de alimentos ocurre al nivel de comercios y consumidores, de hecho, se desperdician 222 millones de toneladas en el mundo por año, 89 millones de toneladas de comida sólo en Europa. Se estima que, a nivel mundial, 350 millones de toneladas de comida son desperdiciadas durante el manejo y almacenamiento dentro de la cadena de suministro cada año, es decir, un 23% de toda la comida desperdiciada se pierde tan sólo en esta etapa. A nivel de consumidor, el desperdicio gira en torno a unos 100-200 kg al año por persona, aumentando esta cifra año tras año.
Y es que había que hacer algo ya, y no es algo muy complicado. En algún momento de nuestra vida seguro que habéis decidido apretaros el cinturón y no desperdiciar la comida o el dinero, y no ha pasado nada. Un ejemplo muy cercano lo tuvimos en la pasada pandemia, y concretamente en los meses de confinamiento, en aquellos dos meses y pico seguro que muchos de vosotros aprovechasteis para gastar restos de congelador y despensa y no desperdiciar la comida. ¿Por qué nos comportamos así? porque todos teníamos normalizado que algo iba mal, que el mundo se había parado, y que no podíamos acceder a todo de una forma tan inmediata. Si vimos todos las orejas al lobo, si fuimos capaces de ser consecuentes con aquella situación, ¿por qué no podemos serlo siempre?
Pues los supermercados y tiendas se han apuntado también al carro, ofrecerán productos cercanos a su fecha de consumo preferente a un precio mucho más reducido. Ya no será sólo la carne, yogures, pescado etc, si no que será la leche, el aceite, el atún, la bebida etc. Ya no vendrán a tirarlo, sino que se pondrá a la venta por menos precio, algo que muchos seguro que agradecerán. Y mencionar también unas nuevas plataformas que han surgido para este fin y que trabajan con negocios minoristas, donde median para que puedas llevarte su comida y productos en bolsas por un precio fijo, y sin saber qué te va a tocar. Hemos visto tiendas apuntadas como obradores de pastelería, panaderías, tiendas de tés, charcuterías y la verdad, la idea es absolutamente genial porque hay tiendas con un excepcional producto que, de esta forma, no lo tiran y mucha gente podrá adquirirlo en buenas condiciones.
Un ejemplo lo tenemos ya con mi cuñada Raquel, el pasado viernes compró una bolsa mediante la empresa TooGoodToGo en la que le vinieron unos panes de hogaza que no eran del día, y unos mini cruasanes. Uno de los panes lo metió al horno unos minutos y estaba crujiente e impresionante, como recién hecho. Y con los cruasanes que eran los que sobraron del día anterior, hizo una tarta que le quedó buenísima.
Aquí la tarta de mini cruasanes:
Dentro de poco os mostraremos algunas compras que estanmos haciendo.
Lo que sí que nos preguntamos es, si toda la sociedad se conciencia en masa, y todos ahora pedimos comida para llevar en tiendas y restaurantes, ¿no generaremos muchísimo residuo no orgánico? Ya sabéis que cada vez que pedimos productos o restos de comida en un sitio, nos dan bolsas y unos prácticos recipientes desechables que al llegar a casa tiramos a la basura, esto va a propiciar que el aluminio y el plástico invadan los vertederos del mundo entero. Creo que esto habría revisarlo si es que nadie lo ha hecho ya.
Y poco más que añadir, que esperemos que esto realmente sea una idea de gran aceptación y que pronto podamos decir que hemos conseguido reducir un buen porcentaje el desperdicio de alimentos, y lo mejor de todo, que habremos sabido reeducarnos en el consumo responsable sobre todo teniendo en cuenta la situación que vivimos actualmente.
Carlos Dube.
Y luego hacemos la tomatina,…
ResponderEliminarDe hecho, siempre ha habido polémica con esta fiesta
EliminarMuy buen articulo el de los desperdicios Carlos. Muy importante la concienciación. Creo que nuestra generación esta muy concienzada. Mis padres no tiraban nada y aprendí con mi madre a hacer muchas recetas con las sobras. Por cierto a ver si pones esa receta de la tarta de cruasanes! Me ha parecido genial!
EliminarPuede que peque de pesimista pero creo que es difícil ya cambiarnos. No hemos vuelto tan idiotas… Queremos que la fruta y verdura que compramos sea perfecta, en color y apariencia, que esté como dibujada y si no es así la dejamos de lado. Y quien vende esa mercancía lo sabe. Así que si no cumple con los requisitos buena parte acabará en el vertedero.
ResponderEliminarHemos abandonado a las pequeñas pescaderías de barrio, que compraban el género justo y a las doce o a la una de la tarde ya tenían todo el pescado vendido, nunca mejor dicho. Ahora vamos a las de las grandes superficies, en las que están “obligados” a tener siempre y a cualquier hora un buen montón de mercancía en el mostrador, no vaya a ser que el cliente se quede sin compra. ¿Pero de verdad creemos que acaban vendiendo todo ese pescado? Qué va !!!
Soñamos con ir este verano a uno de esos enormes hoteles vacacionales, que nos coloquen nuestra pulserita “todo incluido “ en la muñeca y venga, a dar paseos por el buffet del comedor, atestado de ingentes cantidades de comida. Y que no falte, que para eso hemos pagado una pasta en la agencia de viajes. Yo he trabajado durante algunos años en la cocina de uno de esos hoteles y es increíble la cantidad de alimentos que a diario se tiran a la basura. Me consta que en los últimos años en dichos establecimientos se está haciendo un esfuerzo por reducir tal cantidad de desperdicios, pero con un modelo de negocio así, muy, muy difícil es llegar a conseguirlo.
Y podriamos seguir poniendo ejemplos que todos conocemos. Lo dicho, creo que esto no tiene vuelta atrás.
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