Por fin ha tocado fin la Semana Santa. No nos hemos ido de vacaciones, aunque por momentos lo parecía. Qué duda cabe que el tiempo ha sido determinante, 'ponle peguitas', como diría el cocinero Sergio Fernández, calor por el día, nada de viento, mucha luz por el cambio horario y la noche fresquita, para qué queremos más. Además, por fin hemos viajado con Jorge, nuestro hijo. Desde que nació no ha sido amigo del coche, al contrario que la mayor parte de los niños, el traqueteo no le va nada, pero tras notar ciertos avances en el tema escogimos un destino cercano Toledo, y oiga, prueba superada.


La ciudad estaba preciosa, como siempre. Mucha gente, sin duda, pero aunque fuera Semana Santa es lo que hay siempre en Toledo. Cuando dejéis el coche en los aparcamientos situados en la parte baja de la ciudad (muy recomendable en estas fechas), subid por las escaleras mecánicas del museo del Greco. Estaréis en todo lo alto en 6 minutos y es gratuito.


Nada más llegar, la marabunta era soportable, pero conforme pasaban las horas, rozaba lo horrible. Nuestra excursión se limitó a recorrer el casco viejo, y disfrutar de las tiendas y el paseo.


Si se nos hubiera ocurrido volver a entrar en la Catedral Primada, hubiéramos tenido que esperar una cola enorme, desde luego si no la conocéis ya estáis tardando en entrar a verla.


Es un poco triste ver en lo que se ha convertido la Plaza Zocodover con dos franquicias de hamburguesas presidiendo la misma, repletas hasta la bandera, con ese olor a hamburguesa en el aire que es algo ajeno y pavoroso, y como no podía ser de otra manera, en la única terraza que no era ninguno de estos locales, la atención era un despropósito. Es una pena que se haya llegado a esto, pero claro, si lo hay es porque se demanda.


Desde que fuimos, sólo destacar una tienda que ha abierto en los soportales de dicha plaza, otra tienda más del obrador de mazapanes Santo Tomé, donde tuvimos la oportunidad de comprar algunas cosas un poco antes de bajar al parking.


Pero lo mejor de nuestra visita fue acudir el restaurante Locum (Locum, 6). Se trata de una de las mejores apuestas de a ciudad, se encuentra en una recóndita calle muy cercana a la catedral.


El restaurante es muy acogedor y romántico, se encuentra en una antigua casa del s.XVII con un patio toledano de 3 alturas, donde están los comedores, y una recepción pequeña delante de las cocinas.


Pedimos el menú degustación, que creemos tiene un precio sensacional (40€ + IVA), bebida no incluida, bueno salvo el agua que sí lo está.

Empezamos con unas cervezas, y un aperitivo de la casa, se trataba de una copa de  pan con tomate, cecina de ciervo y ajo blanco. Muy agradable y apetecible.


Continuamos con atún marinado en escabeche de avellanas con dulce de pimiento y crema de berenjena. Un dorado escaso pero servido a excepcional temperatura.


A continuación uno de sus platos más conocidos, un curioso cocido donde la sopa eran los garbanzos y los garbanzos son la sopa. Además muy acertado el pequeño torrezno que hay en su interior, en alusión al tocino. La pringá y el acompañamiento del tomate con el comino. Muy rica.


A continación un Ravioli de perdiz con aire de trufa, potencia y contrastes.


El bacalao con guiso de sus callos. Uno de los mejores platos de la degustación, excelente punto del pescado y un guiso potente y acertadísimo.


Por último el cordero deshuesado con un cous cous de frutos secos. Excelente punto el de la carne, para no variar, y un curiosa mezcolanza de frutos secos que casaban muy bien con la carne.


Para entrar en la parte de postres, y como cortante de sabores, un apetecible shot glass de gelatina de eucalipto y manzana ácida.


Continuamos con un pastel de mazapán con crema de queso y maracuyá, un pastel que a todo esto tenía serios aires de coulant.



Para acompañar los cafés y tés ofrecen estos excéntricos azúcares. Se puede elegir entre blanco, moreno, con aroma de chocolate, almendra, caramelo o vainilla. Con el té que me pedí me recomendaron el azúcar de almendra y Lola para el café eligió el de caramelo.

Y como petit fours, unos bombones de la casa con pipas y pasas, chocolate blanco y negro respectivamente, y unas copitas de crema de queso, nata, frambuesa y galleta.


Por lo demás todo lo que cabe esperar de un local así, una exquisita atención, tranquilidad absoluta y muy buen ambiente.

Para repetir.

Salud y ¡bienvenidos a todos!