Aconsejados muy bien por un amigo nos acercamos hace unos días a comer a Casa Iván, un sitio retirado del núcleo urbano de Boadilla de Monte (Av Siglo XXI, 16), aquí en Madrid, donde al parecer se está haciendo una cocina muy interesante. Nos advirtió también que además la relación calidad precio era soberbia, y la verdad es que no se equivocaba. De todas formas, independientemente de lo que nos cueste comer al bolsillo, cuántas veces os hemos comentado lo difícil que es, de un tiempo a esta parte, que todo los platos que uno pida al azar en un restaurante sean correctos, eso ya es algo en peligro de extinción. Pues así es, fue una comida más que correcta, excelentes materias primeras, una carta cuidada y además, un trato inmejorable, aconsejándonos y orientándonos en todo momento. Si a esto le sumamos que efectivamente el sitio tiene unos precios muy ajustados, automáticamente se convierte en una referencia no sólo en la zona, sino en toda la provincia. Os contamos detalles.


Si echáis un vistazo a su carta la verdad es que es el gancho principal, variado, muy apetecible incluidas las propuestas fuera de carta que lógicamente no vienen. Es obvio que Iván Canalejo, dueño del restaurante, sabe lo que hace. Formado en el restaurante de Salvador Gallego se debe de estar tomando muy en serio la difícil carrera de hacerse un hueco dentro de la oferta existente, con un local pequeño, joven y muy acogedor y que está dando bastante que hablar desde que el sitio se inauguró a mediados de 2012.

Su cocina veréis que es una propuesta bastante cercana y desenfadada con un guiño claro a la cocina tradicional, aunque con una revisión actualizada y personal de la misma. Cocina de mercado con una palpable frescura y calidad, buenos conocedores del producto y del oficio, para sacar el máximo partido al género. También nos contaron que están apostando fuerte por la organización de catas, degustaciones, en fin, que realmente esta es la actitud y más con los tiempos que corren.


Nuestra experiencia fue breve pero productiva, todo estaba realmente bien elaborado. Para beber pedimos cervezas y un vino recomendado por la casa, un crianza Ribera llamado Semele el cuál nos encantó.

Ya desde los panes y el aperitivo de la casa, la cosa prometía. Como aperitivo (no hay foto) una especie de hummus, y con respecto a los panes, dos tipos, un pan de aceitunas negras y otro pan de trigo. Parecían hechos en nuestra casa, imperfectos, densos, fragantes, muy ricos. Probablemente hechos en el propio restaurante, aunque esto no lo podemos asegurar.


Somos muy antojadizos, y empezamos la comida con media ración de bacalao a bras, que ya sabéis que son migas de bacalao desaladas, con cebolla dulce, patatas paja y huevos frescos. Riquísima, y nada pesada. Muy presente el dulzor de la cebolla, y una patata perfecta. Un lujo.


Continuamos con un plato fuera de carta, alcachofas fritas con jamón ibérico y huevo poché. Muy muy ricas, nada grasientas y para repetir una y mil veces.


No nos recomendaron pedir más entrantes y aunque en un principio nos supo a poco al final lo agradecimos. Fue un detalle por su parte.

Curiosa este agua mineral que ya habíamos visto en algunas tiendas, que no cunda el pánico, es de Toledo.


Los segundos platos sencillamente maravillosos, el primero fue un muy correcto Rossejat del Señoret con carabinero, almeja gallega y pulpets, con fideo cabello de ángel cocido en fondo de marisco y ñora. Muy buen sabor e ingredientes bien cocinados.


Y el plato estrella de la comida, creemos que además es el del propio restaurante, el cochinillo confitado. Como dice la carta, deshuesado y en su jugo acompañado de compota de pera, canela y jengibre. Excepcional. Tierno y jugoso por dentro, y por fuera crujiente y sabroso. Un 10.


En cuanto a los postres, pedimos primeramente una tarta casera de naranja, un jugoso bizcocho portugués a la que añaden una cobertura de chocolate amargo y helado de plátano casero. Sin duda un postre muy rico y muy recomendable. Sorprende la textura del bizcocho y encandila el sabor del helado. No tanto nos gusta la presentación con ese exceso de chocolate con biberón.


Luego la tarta casera de manzana, un hojaldre hecho con mantequilla bajo una capa ligera de crema de manzana Golden y ron tostado añejo. Creemos que estaba bueno, aunque nos gusta más el típico tatín o tarta fina de manzana. Tampoco nos convenció que repitieran la decoración del helado y la hierbabuena.


Y hasta aquí lo que pedimos. Por aquí os ponemos una foto de su lechazo asado (foto cedida por nuestro amigo) para que os hagáis una idea de la calidad.


Evidentemente quedan muchos platos por probar, pero este aperitivo es suficiente para confirmar que Casa Ivan es posiblemente uno de los restaurantes con una mejor calidad precio de todo este cuadrante sureste. Si a esto le añadimos lo cómodos que estuvimos en su pequeña terraza, la rapidez del servicio y la atención, sin duda es para repetir muchas veces más.

Salud.