La quinoa o quinua, ese pseudo cereal tan de moda en las cocinas de medio mundo y cuyo consumo viene de hace siglos desde la cocina andina. Muchos le han otorgado la etiqueta de superalimento, qué duda cabe que lo es, contiene todos los aminoácidos esenciales hidratos complejos, un alto índice de proteínas, ácidos grasos saludables, vitaminas, sales minerales, fibra, en fin, un todo dentro de unas semillas que se venden ya en muchos establecimientos.


Tenemos que reconocer que cuando la descubrimos, hará unos hace 6 años, la preparamos y nos nos cautivó, pero desde que nos la preparó mi cuñada Raquel hará un par de años, ya no puede faltar en casa. Eso sí, desde entonces hemos ido probando distintas formas de prepararla hasta encontrar la que nos parece mejor, que es la que hoy os traemos. Una vez preparada puede servir de guarnición o bien formar parte de algún que otro plato. Otra cosa es que se decida cocinar con ella un guiso o un estofado, aquí hay mucha más libertad.

La preparación es muy fácil, sólo hay que tener en cuenta unos pequeños detalles, por lo demás práctica, algo fundamental en casi toda la cocina y que nosotros también hemos tenido que tener con la quinoa. Vamos con la elaboración, para 2 personas  necesitaremos 200 g de quinoa, 400 ml de agua (o caldo), 1 cucharada de aceite de oliva virgen extra y 1/2 cucharadita de sal, si la receta es salada.


Lo primero que hay que hacer es enjuagar las semillas para eliminar el posible exceso de la saponina (antinutriente) que las recubre a modo de resina. Saponinas tienen muchos alimentos, pero en la quinoa natural es muy elevado. Pero ojo, es solo por precaución, porque la quinua comercial viene previamente lavada, y en cualquier caso su ingesta eventual no es nociva. Pero bueno, como no nos va a llevar mucho tiempo lavarla, lo haremos. Para ello varios baños de agua en un recipiente y el uso de un colador capaz, si solo tenéis coladores pequeños, usad un chino, si no nos las veremos y nos las desearemos.


Tras un par de lavados, queda el agua clara.


Aquí colada.


Lo que hemos descubierto con la práctica es que a la quinoa se le otorga un sabor mucho más rico si la rehogamos previamente en aceite o mantequilla durante unos 2-3 minutos. ¡Vaya aroma!


Lista.


Echamos el agua o el caldo con una pizca de sal y a cocer. No echaremos toda la sal. Lógicamente, si la preparación final va a ser dulce este ingrediente es totalmente prescindible.


Va a cocer a fuego muy lento, importante, durante 15 minutos más o menos, removiendo de vez en cuando.


Cuando ya no exista líquido, es decir, ya vemos que se desprende el grano y aparece una pequeña arista blanca o 'uñita', será el momento de echar el resto de sal.


Vamos removiendo ya fuera del fuego hasta que veamos que el grano se va soltando.


Lo mejor es utilizar una paleta y remover con pausas, llevando el grano inferior hacia la parte de arriba, sucesivas veces y más o menos unos 10 minutos.


Aquí listo. Grano no muy abierto, suelto, sin duda, y con un sabor exquisito, aunque esté sólo hervido con agua.


Esta quinoa la empleamos en un salteado con verduras (zanahoria, pimientos y cebolla morada) y con panceta ahumada en trocitos, rehogado todo previamente. Y un poco de cilantro picado.


Salteamos unos minutos.


Decoramos con cilantro, tomate y cebolla picados.


Salud y feliz semana.